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Hojas de sombra

¿Egoísmo o amor propio?

Foto del escritor: Irene Gutiérrez CorantiIrene Gutiérrez Coranti

Actualizado: 24 nov 2022

"Estar en paz consigo mismo es el medio más seguro de comenzar a estarlo con los demás."

Fray Luis de León




¿Sabrías decirme qué distingue el amor propio del egoísmo? Hoy en día, puede ser complicado. Vivimos en una sociedad en la que estar siempre pendiente del otro, tener disponibilidad para los demás y complacer a todo tu entorno es lo que toca pero, ¿Es realmente un deber?


Ahora, y aún más con la tecnología, en cuanto no has contestado al momento o no estás instantáneamente casi a disposición del otro se puede generar un problema. Y ya no sólo hablamos de la temporalidad, sino que también suma o resta el factor calidad. ¿Y qué pasa cuando no podemos contestar o estar en ese momento por y para la otra persona? automáticamente te conviertes en egoísta o empiezas a ser el malo de la película porque no puedes satisfacer la necesidad del otro. ¿Te han hecho sentir así alguna vez?


Y ahí, es cuando te hablo de las prioridades. Es decir, cuando estás ayudando al otro ¿Cómo te ayudas a ti? ¿Quién sujeta de ti cuando ya no puedes más? Y te puedes preguntar ¿Es posible satisfacer a todo el mundo? ¿Debes agradar a los demás?


Siento decirte que es imposible. Y es más, no debes satisfacer a todo el mundo. Además de eso, intentar agradar a todo el mundo, implica estar en un estado constante de complacencia, lo cual provoca un desgaste de energía muy grande y hace que nos olvidemos de nuestras propias necesidades para estar pendiente de la de los otros y encima buscar su aceptación y aprobación: la cual, no tiene porqué llegar nunca.


Esto me ha ocurrido muchas veces. Y desde ambos enfoques. Es decir, antes de empezar mi proceso de cambio, tenía la necesidad de que las personas actuaran tal y como lo haría yo. Si yo dejaba todo lo que estuviese haciendo para ayudar a alguien, pretendía que la otra persona hiciera exactamente lo mismo cuando yo la necesitara. Aunque fuese de manera inconsciente, porque, para ello, ya se encargaba la frustración de hacérmelo entender. Te hablaré de ella en breves.


Las neuronas espejo, pueden tener aquí un papel muy importante pero, es tan sencillo como duro, entender que cada persona es un mundo y que, no podemos pretender que todo el mundo actúe de la misma manera que lo hacemos nosotros. La teoría parece sencilla, pero la práctica, es otro mundo.


A mí, personalmente, este aprendizaje me costó muchísimo. No podía llegar a comprender como yo, que daba tanto por todo el mundo, no recibía (casi) nada. Y es aquí, donde entendí que, tú debes ser tu prioridad y no se trata de egoísmo, sino de amor propio. Y entonces me pregunté ¿Qué me hace complacer a los demás? ¿Por qué mendigo amor a personas que no me lo dan?


En el periodo de nuestra infancia, sobre todo, nos han enseñado que toda acción tiene su reacción. Todos llevamos un niño o niña dentro y esta, en su momento, pudo interpretar que si no hacemos algo por los demás, si no tenemos la aprobación de los otros, entonces nadie nos va a querer. De esta manera, se genera la creencia que debes hacer algo por la otra persona para que esta te llegue a querer. Pero ¿Realmente es así? ¿Debemos estar siempre a la disposición del otro para que nos quiera? En estos casos, en cuanto no le encajamos o no gustamos a una persona, automáticamente nos aparece esta creencia y nos puede generar frustración.


Así que, debemos aceptar, principalmente, que no podemos gustar a todo el mundo. Por tanto, aceptar es el primer paso y dejar de exigirnos tanto ni ser personas tan duras con nosotras mismas. Se trata de poder cubrir las necesidad de los demás siempre y cuando, tu necesidad principal seas tú y, por tanto, cubrir tus propias necesidades será la prioridad. Es por ello que, dejé de reclamar amor hacia los demás, para emplear toda esa energía en dármelo a mí misma. Es cuando aprendí a compartir con las personas. A no necesitar, a no mendigar ni pedir, simplemente compartir momentos, a compartir tazas de café llenas de charlas.


Te invito a que puedas reflexionar en todas aquellas veces en las que has gastado de manera excesiva tu energía para satisfacer al otro, a esa persona por la cual siempre estás a su disposición y aunque no te apetezca o no tengas las fuerzas necesarias, sientas la necesidad de cubrir sus necesidades antes que las tuyas para obtener una aprobación que, a veces, nunca llega.


¿Hasta qué punto intentas complacer a los demás? ¿Y a ti? ¿Te complaces lo suficiente y atiendes tus propias necesidades?

 
 
 

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