"En el amor y en la guerra todo vale"
Napoleón Bonaparte
Tal y como dijo Napoleón Bonaparte ¿Realmente todo vale en el amor? Antes de nada, quiero compartir contigo este cuento de Jorge Bucay y así, poder reflexionar sobre ello.
“Camino por mi camino. Mi camino es una ruta con un solo carril, el mío.
A mi izquierda un muro eterno, separa mi camino del camino de alguien que transita a mi lado, del otro lado del muro. De vez en cuando en este muro hay un agujero, una ventana, una hendidura y puedo mirar hacia el camino de mi vecino o vecina.
Un día mientras camino, creo ver, del otro lado del muro, una figura que pasa a mi ritmo, en mi misma dirección.
Miro esa figura: es una mujer, es hermosa.
Ella también me ve. Me mira.
La vuelvo a mirar.
Le sonrío... y me sonríe.
Un momento después ella sigue andando su camino y yo apuro la marcha porque espero ansiosamente la próxima oportunidad de cruzarme con esa mujer.
En la próxima ventana me detengo un minuto.
Cuando ella llega, nos miramos a través de la ventana.
Parece tan encantada conmigo como yo con ella.
Le digo por señas lo mucho que ella me agrada.
Me contesta por señas. No sé si significan lo mismo que las mías, pero intuyo que ella entiende lo que quiero decirle.
Siento que me quedaría un largo rato mirándola y dejándome mirar, pero sé que mi camino continúa.
Me digo que más adelante en el camino, habrá seguramente una puerta y quizás pueda yo cruzar a encontrarme con ella.
Nada da más certeza que el deseo, así que me apuro por encontrar la puerta que imagino.
Empiezo a correr con la vista clavada en el muro.
Un poco más adelante la puerta aparece.
Allí está del otro lado, mi ahora deseada y amada compañera, esperando, esperándome.
Le hago un gesto, ella me devuelve un beso en el aire.
Me hace una seña como llamándome. Es todo lo que necesito.
Emprendo contra la puerta para reunirme con ella, de su lado del muro.
La puerta es muy estrecha, paso una mano, paso el hombro, hundo un poco la panza, me retuerzo un poquito sobre mí mismo, casi consigo pasar mi cabeza pero mi oreja derecha se queda trabada.
Empujo. No pasa.
Y no puedo usar mi mano para torcerla, porque no podría poner ni un dedo allí.
No hay espacio para pasar con mi oreja, así que, tomo una decisión.
(Porque mi amada está allí, y me espera...).
(Porque es la mujer que siempre soñé y me llama...)
Saco una navaja de mi bolsillo y de un sólo tajo rápido, me animo a darme un corte en la oreja para que mi cabeza pase por la puerta.
Y tengo éxito, mi cabeza consigue pasar. Pero después de mi cabeza, veo que es mi hombro el que queda trabado. La puerta, no tiene la forma de mi cuerpo.
Hago fuerza, pero no hay remedio, mi mano y mi cuerpo han pasado, pero mi otro hombro y mi otro brazo no pasan. Ya nada me importa, así que...retrocedo, y sin pensar en las consecuencias, tomo envión y fuerzo mi paso por la puerta.
Al hacerlo, el golpe desarticula mi hombro y el brazo queda colgando como sin vida, pero ahora, afortunadamente, en una posición tal que no puedo atravesar la puerta.
Ya casi... casi, estoy del otro lado.
Justo cuando estoy a punto de terminar de pasar por la hendidura, me doy cuenta de que mi pie derecho se ha quedado enganchado del otro lado. Por mucho que fuerzo y me esfuerzo, no puedo pasarlo. No hay manera, la puerta es demasiado angosta para que mi cuerpo entero pase por ella. Demasiado angosta, no pasan mis dos pies...
No lo dudo. Estoy ya casi al alcance de mi amada.
No puedo echarme atrás. Así que, agarro el hacha, y apretando los dientes, doy el golpe y desprendo la pierna.
Ensangrentado, a los saltos, apoyado en el hacha y con el brazo desarticulado, con una oreja y una pierna menos, me encuentro con mi amada.
Le digo:
- Aquí estoy. Por fin he pasado. Me miraste, te miré, me enamoré. He pagado todos los costos por ti... Todo vale en la guerra y el amor. No importan los sacrificios... valían la pena si eran para encontrarse contigo... para poder seguir juntos... juntos para siempre.
Ella me mira, se le escapa una mueca y me dice:
- Así no, así no quiero... A mí me gustabas cuando estabas entero."
¿Cuántas veces has sentido que sacrificabas algo por amor? Y es que, tenemos un concepto del amor que dista mucho de la realidad.
Nos han vendido en los cuentos, libros y películas que para amar hay que sufrir. Que no somos seres completos. Que necesitamos un complemento, un añadido, esa pieza que nos falta en la vida. Cuando tú ya eres una persona totalmente completa, con tus luces y tus sombras. Pero a quién más necesitas a lo largo de tu vida es a ti.
El amor, por mucho que nos hayan intentado vender que es así, no es sinónimo de sufrimiento. El amor es expansión. El amor es plenitud desde una misma. Por ello, es importante empezar a romper el mito de la media naranja y de asociar el amor, ya sea de pareja o incluso propio, con el sufrimiento y con el sacrificio. Si duele, no es amor.
Y a ti ¿En qué te ha hecho pensar esta historia?
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