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Hojas de sombra

Tiempo al tiempo: La Isla de las Emociones

Actualizado: 3 may 2019

"El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto".

Charles Chaplin




“Érase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos y las emociones: la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el Amor.


Todos los sentimientos y emociones estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila, hasta previsible. A veces, la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo; otras veces, la Constancia y la Convivencia lograban aquietar al Descontento.

Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando por fin la Distracción se dió por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes.


Entonces, el Conocimiento dijo: - “Tengo una mala noticia para darles... la isla se hunde..." Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:

- “¡No! ... ¿cómo puede ser? … ¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!”

Pero el Conocimiento repitió:

- “La isla se hunde” - ¡Pero no puede ser! Quizás estás equivocado!”


Tocó cada piedra...y acarició cada rama... Al llegar a la playa, exactamente al lugar desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor: -"Quizás la isla se hunda por un ratito... y después resurja... ¿por qué no? “

Y se quedó días y días midiendo la altura de la marca, para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible, pero la isla se hundía cada vez más...

Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir nada, porque estaba tan dolorido que sólo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería. Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande y que, aun cuando se hundiera un poco, él siempre podría refugiarse en la zona más alta.


Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él... Así que una vez más, tocó las piedrecitas de la orilla y se arrastró por la arena y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa que otrora fuera enorme.

Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le agradaba, era la más elevada y la isla se hundía cada día un poco más, y el Amor se refugiaba cada día en un lugar más pequeño.

- “¡Después de tantas cosas que pasamos juntos!- le reprochó a la isla.


Hasta que, finalmente, solo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua. Recién en ese momento, el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el Amor desaparecería para siempre de la faz de la tierra.


Entonces, caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahía. Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos.

Desde allí podría ver pasar a sus compañeras en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguna de ellas lo comprendiera y lo llevara.


Buscando con los ojos en el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. Se acercó la Riqueza que pasaba en un lujoso yate y el Amor dijo:

- "¡Riqueza llévame contigo! Yo sufrí tanto la desaparición de la isla que no tuve tiempo de armarme un barco" La Riqueza contestó: - "No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti, lo siento" y siguió camino, sin mirar atrás.


Le pidió ayuda a la Vanidad, a la que vio venir en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores, que también venia pasando: - "Vanidad" por favor ayúdame" y la Vanidad le respondió: - "Imposible Amor, es que tienes un aspecto...¡Estás tan desagradable! tan sucio, y tan desaliñado... perdón pero afearías mi barco”- y se fue.


Pasó la Soberbia, que al pedido de ayuda contestó: - "Quítate de mi camino o te paso por encima!".


Como pudo, el Amor se acercó al yate del Orgullo y, una vez más, solicito ayuda. La respuesta fue una mirada despectiva y una ola casi lo asfixia. Entonces, el Amor pidió ayuda a la Tristeza: - "¿Me dejas ir contigo?". La Tristeza le dijo: - "Ay Amor, tu sabes que estoy taaaan triste que cuando estoy así prefiero estar sola"

Pasó la Alegría y estaba tan contenta que ni siquiera oyó al Amor llamarla. Desesperado, el Amor comenzó a suspirar, con lágrimas en sus ojos. Se sentó en el pedacito de isla que quedaba, a esperar el final.


De pronto, el Amor sintió que alguien chistaba: - " Chst- Chst- Chst..."

Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote a remos. El Amor se sorprendió:

- "¿Es a mí?"- preguntó, llevándose una mano al pecho.

- “Sí, sí -dijo el viejito-, es a ti. Ven, sube a mi bote, rema conmigo que yo te salvo”.


El Amor lo miró y le quiso explicar

-"Lo que pasó, es que yo me quedé...

- "Ya entiendo" -dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase

- “¡Sube!”


El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de poder ver como el último centímetro de la isla se hundía y desaparecía para siempre...

- “¡Nunca volverá a existir una isla como esta! - murmuró el Amor, quizás esperando que el viejito lo contradijera y le diera alguna esperanza.

- “No -dijo el viejo- como ésta, nunca; en todo caso, diferentes.


Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor se sentía tan aliviado que olvidó preguntarle su nombre. Cuando se dio cuenta y quiso agradecerle, el viejito había desaparecido. Entonces el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:

- “¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó... Todos los demás no comprendían que hubiera quedado sin embarcación, pero él me salvó, me ayudó y yo ahora, no sé ni siquiera quién es...”


Entonces la Sabiduría lo miró largamente a los ojos, y le dijo:

-"Es el único capaz de conseguir que el Amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. Es el único capaz de darle una nueva oportunidad al Amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo”.


¿Cuántas veces no hemos dejado pasar el tiempo? Buscamos soluciones ipso facto, las queremos aquí y ahora y no nos paramos a pensar, a reflexionar, darle tiempo al tiempo.


Vivimos en un mundo de fast-life, el valor de las cosas se está perdiendo en un mundo dónde el esfuerzo cada vez es más excepcional, leemos menos, escuchamos poco y sentimos de manera superficial ya que nos guiamos por likes o historias de treinta segundos en una red social, el tiempo está careciendo de su valor y cuando se nos hunde la isla nos intentamos aferrar a cualquier tipo de barca sin tener en cuenta las consecuencias que nos puede conllevar.


Pensamos que tanto el amor propio como el ajeno se construyen o se derrumban de un día para otro pero como dice el dicho: “las cosas de palacio van despacio”. Así que, dale tiempo al tiempo y te subirás en la barca adecuada.


¿Te has sentido como el Amor del cuento? ¿A qué barcas te intentas aferrar tú sin éxito?

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