El día que me di cuenta de que no era amor
- Irene Gutiérrez Coranti
- 30 may
- 2 Min. de lectura

“El día que me di cuenta de que no era amor”
Querido diario, o quizá debería decir querida yo.
Porque hoy no escribo para nadie más que para mí.
Para la que fui. Para la que sobrevivió sin saberlo.
Durante mucho tiempo creí que el amor dolía. Que amar era aguantar, justificar, callar. Me repetía que él era una buena persona, que solo tenía días malos, que quizás yo era demasiado sensible o exigente, que si me sentía pequeña era porque tenía inseguridades.
Me lo creí. Me lo tragué todo.
Porque él no gritaba. No pegaba. No insultaba directamente.
No hacía falta.
Sus silencios dolían más que los gritos.
Sus comentarios llenos de ironía me dejaban con la sensación de estar loca.
Sus cambios de humor me obligaban a caminar sobre cristales.
Y cada vez que intentaba hablar, salía de la conversación sintiéndome culpable.
Como si todo lo que pasaba fuese por mi culpa.
Recuerdo una vez que lloré frente a él. Me sentía rota. Y me dijo que dramatizaba demasiado, que todo estaba en mi cabeza. Esa frase se me quedó grabada como una sentencia. “Todo está en tu cabeza”. Y empecé a desconfiar de mis emociones, de mis recuerdos, de mí. Me alejé de mis amigas. Dejé de contar lo que me pasaba. ¿Quién iba a creerme, si desde fuera todo parecía perfecto?
Tenía la casa perfecta, las fotos felices, las cenas con su familia.
Y por dentro, un nudo permanente en el estómago, el cuerpo en alerta, el alma en susurro.
Un día, sin saber cómo, leí una frase que decía: "No confundas amor con manipulación disfrazada de cuidado." Y fue como si alguien encendiera una luz en mitad de la niebla. Empecé a ver. No todo de golpe. No fue fácil. No fue inmediato.
Pero ese día… ese día me di cuenta: esto no era amor.
El amor no te hace dudar de ti.
El amor no te castiga con el silencio.
El amor no te pide que te hagas más pequeña para que él se sienta más grande.
El amor no es eso que te deja con la sensación de estar mendigando migajas.
Hoy puedo decir que no fue culpa mía. Que no estaba loca. Que no era demasiado emocional. Que mi intuición intentó gritarme muchas veces lo que mi miedo no me dejaba escuchar.
Escribo esta carta con una mezcla de dolor y alivio. Dolor por todo lo que permití, por todo lo que me tragué, por todo lo que callé. Y alivio porque ya no estoy ahí.
Si tú, que estás leyendo esto, sientes que algo no encaja, que te estás apagando poco a poco aunque todo parezca bien…Escúchate. No estás sola. Y sobre todo: no es amor si te duele más de lo que te cuida.
Con cariño,
La mujer que un día creyó que no valía lo suficiente, y que hoy se escribe para no volver a olvidarlo.
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